San Fulberto de Chartres
Obispo
10 de abril

La influencia de Fulberto era inmensa. Sin dejar de dirigir las escuelas, se convirtió en el consejero nato de los jefes espirituales y temporales de Francia. El santo se creyó hasta su muerte inepto para desempeñar el alto cargo que ocupaba; se llamaba a sí mismo «el pequeño obispo de una gran Iglesia». Los asuntos administrativos no le impedían cumplir con sus deberes pastorales; predicaba regularmente en su catedral y luchó mucho por propagar la instrucción en su jurisdicción. La catedral de Chartres se incendió, poco después de la consagración de Fulberto, quien la reconstruyó con tal magnificencia que, hasta la fecha, es una de las glorias de la cristiandad. En esa obra le ayudaron los más diferentes personajes; entre otros, el rey Canuto de Inglaterra contribuyó con una generosa suma. San Fulberto profesaba especial devoción a la Santísima Virgen, en cuyo honor compuso varios himnos. Cuando se inauguró la hermosa catedral, el santo determinó que se celebrase en ella y en toda su diócesis, la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora, que se había introducido recientemente. Como tantas otras grandes figuras en la historia de la Iglesia de aquel siglo, se opuso abiertamente a la simonía y a la práctica de conceder beneficios eclesiásticos a los laicos. San Fulberto murió el 10 de abril de 1029, después de casi veintidós años de episcopado. Sus escritos incluyen cierto número de cartas, un corto penitencial, nueve sermones, una colección de los pasajes de la Biblia que se refieren a la Santísima Trinidad, a la Encarnación, a la Eucaristía, y algunos himnos y prosas.
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